Lunes, 24 de octubre

Este sábado tuvimos un aperitivo de media mañana cojonudo. Lo organizaron ambos gallegos con Julián, el economatero, sí, ese que descuartizó en pedacitos al violador de su hermana. Hombre, joder, me parece de puta pena que asesines y descuartices a alguien, pero… sí, esos trozos de carne que este rebanó eran antes parte del cuerpo de un hijo de la gran puta que violó a una muchacha. Y que quieres que te diga…

Sí, lo podía haber denunciado, pero apenas hubiera sufrido cárcel; lo hubiera podido apalear, pero el dolor físico se esfuma con rapidez; lo hubiera podido matar, y hubiera sido lo más lógico; pero la rabia, la venganza y el desespero lo llevaron a cometer una salvajada, aunque para salvajadas la de la perra del Emilio, secuestrando y asesinado a Anabel Segura; eso si es una salvajada. Lo del Julián, una bestialidad en cierto modo comprensible.

Bueno, que me enrollo, y como me ponga a enumerar los delitos de todos los que estamos en este talego, a más de uno y una se le pondrían los pelos de punta. Con el paso del tiempo y a medida que me vayan contando, aquí se entera uno de todo –como una portería pero a lo bestia-, lo iré detallando.

El caso es que el sábado nos reunimos los de siempre además de algún compi del Julián, unos ocho, entre ellos el Panamá, los gallegos, el colombiano, el kurdo, y yo, sin el Edu, claro está. El economatero central, previo pago que le hicimos proveniente de una caja común, trajo a Julián embutidos de todo tipo, quesos a pares, algo de foie de pato, unas gulillas para preparar en el infiernillo y una botella de vino por debajo de cuerda; hombre lo otro también vino por debajo de cuerda, pero menos controlado. El pan nos lo agenciamos de la panadería del centro, y está de puta madre; lo hornean los destinos de panadería.

Menudo homenaje nos dimos. Nos tocó de a chupito de vino por barba, pero con la falta de costumbre, nos dio un colocón simpático.