Jueves, 24 de noviembre

Esta noche he tenido varios temitas para comerme el coco y dormir lo justo. Entre lo del niño –tema que ya me tiene algo más tranquilo-, la fiebre que aún cargo y que la doctora de los cojones dice que nada, que no es nada, la Paula, exigiéndome lealtad casi antes de comenzar la relación y las elecciones, apenas he pegado ojo.

Cuando bajo, algo más recuperado porque he sudado como un cerdo y eso me ha aliviado, me llama un funcionario que habitualmente va de buen rollo conmigo y que se encuentra en ese momento en el patio, y me suelta:

-Javier, qué coño pasó el martes en la consulta de enfermería, qué nos ha llamado el subdirector médico por una queja contra ti.

Me quedo a cuadros. Además de estar recién despertado y aún sin recuperarme totalmente de la gripe, esto me deja atontolinado, sin poder de reacción.

-Pues…, no sé, don Juan José, no caigo.

-La doctora quiere que te pongan un parte por haberla insultado. Aún no han tomado la decisión de hacerlo antes de hablar contigo. A ver, ¿qué cojones dijiste? –me pregunta con cara de cabreo.

Me quedo pensando y entonces recuerdo.

-Ah, sí. Pues miré. Sabe que llevo tres días con un gripazo de órdago. Pues llego a la consulta, y la doctora casi sin mirarme me receta unas pastillas y au, me dice que me pire. Le pido la baja y me suelta que no la necesito. Pues que quiere que le diga. Cuando salí le solté algo, no recuerdo bien, pero no fue un insulto, algo… no me acuerdo.

-Pues esa bromita te va a costar un parte y a lo mejor el destino…

-No. No me joda, don Juan José, que no fue para tanto, y además, no tengo problemas con nadie.

Se me queda mirando. Antes de tomar las de Villadiego, me suelta.

-Veré que puedo hacer. Pero ándate con ojo, que ya tienes un antecedente con la movida que tuviste en el módulo anterior. Si te salvo de esta, de la próxima no te salva nadie.