Lunes, 21 de noviembre

He pasado un fin de semana fatal. He permanecido pendiente del estado de salud de mi hijo, hablando varias veces al día con su madre. Pero la que me puso al tanto de la verdadera situación del niño ha sido mi madre.

Vino a verme. Está muy cabreada con Patricia por no haber estado pendiente del crío a la salida del colegio. Debería haber estado atenta en lugar de hablar con otras mamás, me comenta mi madre. Es de la vieja escuela y no perdona.

Parece ser que mi hijo se va recuperando lentamente, aunque aún lo mantienen en la UCI. Piensan que en esta semana puedan trasladarlo ya a planta, porque esté fuera de peligro. Que ella va a diario al hospital y que me mantendrá informado. Pero que si bien está cabreada con mi mujer, reconoce que ésta no se ha movido del sitio desde que internaron al crío.

La peña se esta portando de puta madre. Siento el apoyo de muchos de ellos, invitándome a café o a charlar. La mayoría tiene hijos, y ya puede tratarse del peor atracador o del más sanguinario de los asesinos, que cuando se trata de sus hijos se vuelven mansos corderos, y por ellos matan. Por ese motivo, los violetas, pedófilos o pederastas tienen que residir en módulos suaves y donde la gente tenga mucho que perder. En el resto de módulos no entran.

Me comentaba hace tiempo uno de los gallegos, que estando de destino en tratamiento, se puso a garlar con la psicóloga. Entonces él le preguntó, el baremo que ella usaba para clasificar a los internos por orden de gravedad. A lo que ella respondió.

-Los peores para nosotros son los terroristas, después los asesinos, seguidos de los narcos y…

Y como no mencionaba a los violetas, el gallego volvió a preguntar.

-Ya, ¿y los violadores?

-Ah, no, esos son buenos chicos aquí en prisión; se comportan de manera excelente –respondió tranqui y dando por termina la charla.