Miércoles, 18 de enero

Ayer salimos al polideportivo y estuvimos jugando a volei. Se me da bien, y por ello formo parte del equipo de nuestro módulo. Compartíamos salida con el módulo 2, por lo que formamos dos equipos. El resto se dedicó a jugar al ping pong, a alzar pesas, al squash o a mirar nuestro partido.

En el otro equipo divisé a un menda que no me mola ni esto; es un skin, jodido, de mala sangre, homicida y cachas como un buey.

Comenzó el partido. Después de algunos pases y transcurrido un rato de juego, nos encontramos frente a frente, con la red por medio. En un lance, y saltando ambos por la pelota, uno esmachando, el otro bloqueando, alcanzamos a golpearnos.

-¡Marícón! –gritó con una mala follá que te cagas.

Mi nombre quedaba en entredicho y la peña quedó a la espera. 

-Maricón tú –respondí, aunque no con idéntico entusiasmo como el que él puso, más bien por lo bajini, para que se me oyera, pero lo justo.

Entonces se me abalanzó como un bisonte, dándome tiempo tan solo de agacharme y agarrarle de los huevos. Ni se inmutó la bestia. Comenzó a darme codazos sobre la espalda, mientras varios se acercaron a separarnos antes de que los jinchos se pisparan de lo que ahí ocurría. Al fin pudieron con nosotros, aunque las amenazas en forma de presagio gitano no se las ahorró.

-¡Estás muerto, cabrón. Como te pille, date por fiambre!

El juego continuó sin que los funcionarios se pisparan, aunque yo me piré a ver si podía dar unas bolas de squash. Pero el verdadero motivo era evitar otro enfrentamiento con la mole asesina.

Después supe que el pavo era un gañán, que tenía amenazado a todo su módulo y al cual todos temían, aunque lo habían chivateado en varias ocasiones con el fin de que lo cambiaran de patio. Yo, por si acaso, lo evitaré a partir de ahora.