Submitted by jorge on Tue, 21/07/2015 - 22:42
Somos conscientes que durante las guerras se cometen todo tipo de atropellos y tropelías –violaciones, torturas, asesinatos-, pero que en tiempos de paz, porque se utilice un uniforme con el distintivo de las barras y las estrellas, los militares de la primera potencia occidental hagan de su capa un sayo y cometan actos vandálicos, es no solo un ejemplo deplorable, sino también una actuación propia de salvajes, y de obligada condena penal.
Este es el caso de una niña de 12 años que fue violada en 2007 en una base militar norteamericana en Colombia, después de drogarla, por dos militares estadounidenses.
Cuando su madre denunció los hechos, la respuesta de la Fiscalía Colombiana fue que se trataba de militares que contaban con inmunidad diplomática, y que solo podían ser juzgados por dicho motivo en los Estados Unidos.
Desde entonces la Justicia Norteamericana no se ha pronunciado, y madre e hija son presionadas de continuo para que abandonen su objetivo, al tiempo que han de cambiar de ciudad a fin de evitar las continuas amenazas.
Ambos acusados no han sido juzgados a pesar de haber sido reconocidos por la niña y que un miembro de la Comisión Histórica del Conflicto Colombiano, “denunció en un informe para el Gobierno Colombiano este y otros 54 casos de violaciones vinculadas a la misma base militar de Tolemaida y ocurridos entre 2003 y 2007, algunos de las cuales fueron filmados y comercializados como vídeos”.
No había guerra, tan solo la persecución de los cárteles de la droga y de la guerrilla, y estos militares se encontraban como asesores del Gobierno Colombiano, pero como para los Estados Unidos los países latinoamericanos no pasan de ser repúblicas bananeras, pues nada, que sus militares, ya que son enviados a estos destinos, se diviertan sin cortapisas, que nadie reclamará.