Submitted by jorge on Tue, 20/10/2015 - 06:24
A menudo encontramos condenas con entrada en prisión por delitos cometidos muchos años atrás y con el condenado ya resocializado, o carentes de importancia, como es el caso de la mujer que se encontró una tarjeta de crédito que utilizó para hacer la compra, o la de la abuela de Canarias que se negó a derribar parte de su casa construida en zona protegida y donde residía con sus nietos, y que in extremis y gracias a la presión ciudadana fue indultada.
De este tipo de casos y de personas residentes en nuestras prisiones por chorradas existen innumerables situaciones.
Pero después nos topamos con delitos de mayor gravedad y que apenas son penados, como el caso de un joven que en estado de somnolencia y después de una fiesta nocturna atropelló a un ciclista que arrastró durante 10 metros y dejó abandonado sin auxilio hasta que fue hallado muerto por otra persona.
Pero es que el joven conductor ya traía cola con dos condenas anteriores por conducir en 2012 “bajo los efectos del alcohol y lo hacía de manera temeraria y negligente, según la imputación policial” y en 2013, por ser detenido conduciendo sin permisos de circulación.
Y a la Juez no se le ocurre mejor idea que sentenciarlo a 1 año de prisión por homicidio imprudente, contra la seguridad vial a una multa de 1.825 euros y por el delito de omisión del deber de socorro, 3 meses de prisión, es decir, que por 3 delitos graves con muerto desasistido incluido, 1 años y 3 meses de prisión y un dinerillo para compensar a la familia.
Y el tío se va de rositas, como si nada, porque con esa condena no pisa la cárcel y paga la multa en cómodos plazos, vamos, que en realidad parece que no ha matado una mosca.
Seguimos insistiendo que nuestra Justicia es una burda farsa.