Submitted by jorge on Fri, 23/10/2015 - 06:24
Solo los poderosos, esos que imponen sus criterios por la fuerza, ya se trate de naciones, empresas o personas, pueden permitirse el lujo de construir un muro de separación para aislar diferentes comunidades.
Ha ocurrido en el pasado con la construcción por parte de la Unión Soviética del muro de Berlín a fin de separar las dos Alemania, con posterioridad, el instalado por Israel para aislar su país de Palestina y ahora en Lima, Perú, para incomunicar un barrio pobre de uno emergente y rico, sin olvidar, las palabras de Donald Trump en la actual campaña electoral de los Estados Unidos donde propone la “construcción de un muro entre los Estados Unidos y México que evitará la entrada ilegal a su país de "narcotraficantes" y "violadores".
El muro de Lima es de traca, ya que comenzó a construirse en la década de los 80 para, supuestamente, proteger el barrio pudiente del terrorismo de Sendero Luminoso, pero con el tiempo se ha ido ampliando hasta alcanzar los 10 kilómetros de longitud, separando claramente al barrio rico limeño con casas valoradas en varios millones de dólares del de Vista Hermosa, un conjunto de casas construidas en madera y plástico, sin calles asfaltadas, sin alcantarillado y abastecido por pozos de agua común, y que marca una división física con un claro fraccionamiento social.
Mientras la brecha se agrande entre los poderosos y los débiles, ayudado por la desaparición paulatina de una clase media cada vez más empobrecida, los Muros de la Vergüenza no solo se extenderán, sino que crecerán como setas.