Submitted by jorge on Mon, 02/11/2015 - 06:29
Cuando hace algunos días escuchamos en un informativo de una cadena de televisión una entrevista a un alto cargo de la Agencia Tributaría donde alardeaba de la cantidad de soplones con los que contaba el Ministerio de Hacienda a fin de localizar a personas o empresas defraudadoras de impuestos, se nos erizó la piel pensando en los resultados que acarrearían en unos la venganza de otros.
Nos asquea imaginar cómo parejas despechadas, empleados despedidos, vecinos envidiosos, empresarios celosos pueden denunciar a otras personas tan solo por venganza, ya que la Ley no contempla -en la actualidad, antes de 1987 si- recompensar a los denunciantes en caso que aflore la bolsa de dinero negro o no declarado del defraudador.
Hacienda no somos todos, por mucho que nos trate de convencer el Gobierno de lo contrario, ya que somos los diminutos ciudadanos de a pie y no las grandes empresas, las multinacionales, los políticos e ilustres prohombres listillos, los que mantenemos con nuestros impuestos el funcionamiento de la Administración.
Entonces, ¿por qué hemos de denunciar a semejantes nuestros por envidia, rabia, celos y otros bajos instintos para que las fauces demoledoras de la Agencia Tributaria trituren más y engorde su maquinaria con nuestro sudor mientras los poderosos se evaden de pagar lo que debieran?
Que se libre cualquier delator y soplón de Hacienda de entrar en prisión… no le irá nada bien.