Submitted by jorge on Mon, 12/09/2016 - 06:36
Si hay un delito que los reclusos no aceptan bajo ninguno de los conceptos en prisión es el DELITO SEXUAL en todas sus modalidades.
Por ello, cuando ingresa un violador, pedófilo, pederasta o un agresor sexual, los funcionarios se cuidan de internarlo en un módulo de los llamados suaves, de respeto o donde los otros internos sean primerizos, tengan un destino o estén próximos a disfrutar de permisos o de un 3º grado, de lo contrario, en un módulo de talegueros de pro, nadie puede garantizar su integridad física.
Pero si además de agredir sexualmente, el detenido ha llevado a cabo dicha agresión a un menor o a un discapacitado físico, el tema ya se torna insoportable y el agresor ha de mantenerse vigilante de manera continua.
Sirva toda esta introducción para hablar de un caso que se ha dado en estos días en Valencia, donde un hombre de 32 años acompañó a una joven con una discapacidad del 65% a casa de una amiga común y posteriormente, en la azotea de dicho edificio, la agredió sexualmente.
Se descubrió el pastel porque la joven se quejó a su madre de unos fuertes dolores que padecía en la zona del himen; el posterior examen médico constató las sospechas.
El autor, con antecedentes policiales que no penales, no era la primera vez que actuaba en este sentido..., ni será la última, ya que lo suyo es una enfermedad raramente curable, pero si despreciable.
¿Qué le esperará en prisión?