Submitted by jorge on Wed, 26/10/2016 - 06:48
Es el dicho popular que en las ciudades fluviales se utilizaba para marcar el desbordamiento máximo del río a su paso por ellas.
Estos casos con los que nos topamos en los últimos tiempos marcan de igual manera el máximo aceptable de despropósitos que la misma sociedad, con sus reglas actuales, está imponiendo.
Que a un padre, por decir a su hija que está gorda y es una vaga, lo condene un Juez a 20 días de trabajos sociales es, cuanto menos, una decisión fuera de lugar.
Está bien que los padres de la niña se encontraran en proceso de separación, que el progenitor lo comentara enfrente de los amigos de la niña en su fiesta de cumpleaños, que la hija estuviera acongojada y afectada por ello, pero por esta regla de tres, a los hijos, según los criterios actuales, ya no se les puede rechistar, ni educar, ni llevar la contraria, porque estás expuesto, como padre, a que te denuncien por ello, o que lo haga la profesora o el médico de la niña, como en el caso que nos atañe.
Pues a acatar el auto de un Juzgado de Sagunto ratificado por la Audiencia Provincial de Valencia, a cumplir los 20 días de condena haciendo trabajos sociales, y que la niña siga comiendo Bollycaos tumbada viendo la tele y sin dar palo al agua, que así crecerá en un buen ambiente y será una persona de provecho…, pero como el padre ya no puede opinar.
Vaya sociedad ridícula que estamos creando donde los hijos gritan y agreden a los padres y profesores y los denuncian en caso de recibir una reprimenda por ello.