Submitted by jorge on Wed, 11/01/2017 - 06:48
A medida que perdemos la inocencia propia de la infancia y juventud, pasamos por la desconfianza innata de la edad adulta y entramos en la resignación de una madurez ya decadente, nos percatamos que nuestro mundo, nuestra sociedad, cuenta con pocas realidades verdaderas: la mayoría son verdades a medias, mentiras o engaños.
La Crisis de los Refugiados es una crisis, SÍ, pero para los refugiados y algunos países que se comen el marrón, forzados por otros, de acoger, dejar pasar o rechazar a los miles de desahuciados que llegan a sus fronteras.
Pero para otras naciones o grandes empresas, en especial, de Europa, esta crisis es un negocio y, sino, que se lo pregunten a los mandatarios y consejos de administración de países y empresas que venden y exportan las armas que reavivan dichos conflictos en el Norte de África y Oriente Medio -esas zonas que expulsan a sus nacionales en busca de países de acogida-, para después, por la puerta de atrás, producir los equipos de seguridad, control y vigilancia que custodiarán las fronteras comunes europeas para que esos desplazados no entren o entren de acuerdo a la necesidad de mano de obra barata que necesitan algunos de nuestros socios, por ejemplo, Alemania.
Pues así es.
Multinacionales como Airbus, Leonardo-Finmeccanica, Safran y Thales son las grandes beneficiadas de los contratos de seguridad fronteriza, al igual que Indra, Advent y Atois que se hicieron con la monitorización e identificación de los refugiados en fronteras.
Pero lo gracioso del tema es que estas empresas son las mayores exportadoras de armas a las zonas de conflicto con el beneplácito de sus Gobiernos, aumentando sus exportaciones en un 61% en los últimos años, y por un valor de 82.000.000.000 de euros (sumen ceros: ochenta y dos mil millones de euros)
Esto quiere decir, que estas grandes Corporaciones y sus Gobiernos exportan primero armas que avivan las guerras y, después, cuando todos salen por patas, reconducen parte de sus negocios a la Seguridad Interna de Europa, a controlar a esos que ellos ayudaron a desenraizar de sus países en conflicto, y que ahora no desean aceptar dentro de nuestras fronteras, salvo los que necesiten nuestras naciones para suplir la mano de obra de tercera categoría.
Después salen los mandatarios europeos dejando deslizar lágrimas de cocodrilo y con voz compungida en los medios de comunicación frente a la foto de un pequeño ahogado en una playa de “nuestro primer mundo”.
Como pudimos leer en una conocida novela: “Los negocios de la muerte con el sello del Gobierno son tan sólo negocios de vidas accidentadas”.
