Submitted by jorge on Tue, 18/07/2017 - 06:56

Todos hemos visto películas de gánsteres, de la influencia de la Mafia en la vida de mediados del siglo pasado en las principales ciudades de los Estados Unidos, pero siempre nos ha tocado de lejos, de películas y de oídas, poco más.
Pero parece ser que en nuestras Islas Baleares también existen individuos influyentes que manejan sus negocios como si de operaciones mafiosas se tratara.
Una testigo trascendente en el juicio que se va a entablar contra el empresario mallorquín, Bartolomé Cursach, alias Tolo, dueño de discotecas en Palma como Pachá, BCM o Tito’s, entre otras, fue embestida en una carretera circunvalar de dicha ciudad por un todo terreno negro que, en dos ocasiones, trato de sacarla de la vía.
Además de este hecho, fue visitada por el sobrino de Cursach, primero, ofreciéndole dinero para que no declarara y, posteriormente y cuando está se negó, amenazándola de muerte si declaraba en contra de su tío.
Pero es que parece que el tal Tolo Cursach domina todo el negocio importante del ocio en Palma y alrededores, comprando los locales y negocios bajo amenazas y a precios de ganga –como fue el caso de la discoteca Pachá que operó 16 años sin licencia y cuando él se hizo con ella la obtuvo en 1 semana-, teniendo, supuestamente y tal como dicta el auto, a parte de la Policía de Palma “en nómina”, operando con drogas en sus locales y como comenta un testigo, "infectando a sus empleados a los que les facilita droga con la excusa de que les ayudará a aguantar mejor las jornadas de trabajo".
Es decir, nos encontramos ante una mafia en toda regla manejada por un solo hombre y con la colaboración de la Policía local y el silencio de la mayoría de testigos por miedo al, “qué me ocurrirá”.
Este empresario oscuro permanece en prisión desde el 28 de febrero de 2017 gracias a la actuación del Juzgado 1 de Palma y el fiscal anticorrupción Miguel Ángel Subirán, pero trasladado a la cárcel de Picassent, en Valencia, a principios de junio ya que sus tentáculos se extendían desde la prisión de Palma a toda la isla con el fin de amedrentar y amenazar por medio de su cuadrilla gangsteril y de agentes de la Policía a los testigos protegidos para el juicio.
Difícil papeleta la del Juez, ya que los capos mafiosos en zonas insulares cuentan con el poder del miedo, de un medio cerrado y de pocas influencias externas.
Veremos cómo termina esta historia propia del Chicago de los años 20 del siglo pasado.