Submitted by jorge on Mon, 04/09/2017 - 06:24
Resulta, que cada preso tiene derecho a tener una cuenta de Peculio, es decir, una cuenta dineraria a su nombre en la prisión en la que se encuentre y en la que se puede ingresar dinero por parte de los familiares o donde se realice el pago de nómina por parte del Centro Penitenciario si el interno trabaja en un destino remunerado o en talleres.
De ese dinero que gana o recibe de la familia, el recluso puede disponer todas las semanas de unos 80 euros semanales, más o menos, de acuerdo a la prisión en que se encuentre, que gasta mediante una tarjeta de crédito que recibe al abrir esa cuenta de Peculio –hasta el 2004 se pagaba con dinero de cartón tipo Monopoly-.
Con ello puede pagar el Economato –café, cigarrillos, embutidos, tarjetas de teléfono etc., las compras en el Demandadero –compras semanales que traen de la calle como televisión, radio, quesos especiales, fruta, lápices, etc.-, y hasta la compra de gafas graduadas y diagnosticadas por el oftalmólogo o un empaste dental realizado por el odontólogo itinerante.
Para ingresar dicho dinero, las familias podían hacerlo por transferencia o ingreso bancario (éstos gratis) o giro postal, pero ambas tienen ahora un coste desde que el Banco Santander cobra, desde 2017, una comisión por realizar dichas operaciones, por lo que I.I.P.P. se ha visto obligado a volver a abrir ventanillas de Peculio para su ingreso directo en prisión y gratis.
Este procedimiento, que se había eliminado hace años, regresa por obligación del “guión” y con un coste considerable para I.I.P.P., ya que se han de instalar 83 ventanillas, una por centro, y los correspondientes funcionarios de prisiones que las atiendan.
Lo que ni la Administración ni los Medios de Comunicación comentan, son los intereses que perciben la entidad bancaria e Instituciones Penitenciarias por esos millones de euros que mueven y pertenecen a los internos (16.000.000€ a 30 de mayo de 2017) que solo ven los billetes contantes y sonantes el día que ingresan en prisión y el día que la abandonan en Libertad, y donde reciben lo que les queda en dicha cuenta en efectivo.
El resto de la condena, nada, a pagar con una tarjetita de plástico, mientras el dinero se mueve entre el banco y las prisiones, ganando ambos intereses a mansalva a costa de los p… presos.
Este, el de Peculio, es el negocio que supuestamente ningún banco deseaba y que por ello, el Santander, “banco honorable y social” donde los haya, ha aceptado a regañadientes.