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EL CAMINO DE LA DROGA: ENTRANDO (2)

Dibujo_el_camino_de_la_droga_entr_2Ella se abalanza sobre él. Él la toma en sus brazos, agarra con fuerza sus tremendas nalgas y le plantifica un beso que taladra su esófago. Manosea sus pechos con ademanes lascivos y hunde la diestra, a través del borde de la escasa falda y de la diminuta tira del tanga, entre la pelambrera selvática de su pubis humedecido. Un mes a verlas venir y ya por fin, carne, piensa el muy bestia. Pero lo primero es lo primero.

Acto seguido la suelta y le pide que le entregue lo que le ha traído. Ella, sin rechistar, se desabrocha la minifalda, se baja la tanga y se acuclilla. Introduce su gruesa mano en la vagina y con técnica de parturienta extrae un largo envoltorio plástico. Se lo entrega tal y como lo expulsó, viscoso y húmedo. El otro lo toma entre los dedos con expresión de asco y lo lleva al baño. Lo seca con papel higiénico, rompe con premura el plástico exterior y saca de él pequeñas bolsas de diferentes formas. Ya las conoce. Toma una, la abre y extrae dos pastis, dos Tranquimazine. Se las embucha, abre el grifo y coloca la comisura del labio en el caño.

Vuelve a la habitación. Ella le sonríe, desde la cama y con todas sus carnes y lorzas a la intemperie. Él ya no se anda con rodeos; además, tiene que aprovechar el ratillo antes de que le hagan efecto las pastis. Se saca de la bragueta el enorme animal asilvestrado, la toma del cabello para acercarla y se lo introduce en la boca.

Apenas han cruzado palabra hasta el momento. Ella sabe de la brutalidad que él carga encostrada; en ocasiones le agrada, pero no así y menos empastillado. Se saca el mamotreto de la boca y dirige sus labios a los de él, cariñosa, gatuna, envolvente. Dos hostias bien plantadas le cruzan la cara y la regresan a la realidad: a la del vis-vis íntimo con su marido, con el bestia de su marido, por él que ella aún haría lo que fuese.

Los golpes de la llave en las puertas indican los últimos cinco minutos. Él se dirige al baño dejándola a ella vestirse. Toma las bolsitas, se coloca a horcajadas sobre la bañera y se las va introduciendo de una en una en el ano. Algo de vaselina facilita la operación. Terminada la maniobra, se yergue, estira las piernas y se va a vestir, tambaleante. El efecto de la medicación ya ha tomado su cuerpo.

No se despide de ella, apenas una mano al aire y un, "hasta la prósima", y se encamina al control. Le revisan todas sus pertenencias, pasan la raqueta por su cuerpo y lo conducen a la habitación donde los demás esperan para ser trasladados a sus módulos. Antes de regresar el funcionario de comunicaciones a su garita, hace un guiño al que se encargará de llevar a los internos. Se han entendido. Ha señalado sin señalar a la presa.

Mapa penitenciario

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