La Susie es la más antigua. La condenaron por rajar la cara de un cliente duro de bolsillo con una cuchilla de afeitar. Las cargaban siempre encima, en diferentes partes del cuerpo y bien encaletadas, por si surgía algún problema. Y con este idiota el problema nació, creció pero no murió.
Después de recogerla en la esquina de una céntrica calle de la capital y pactar un precio por el servicio, la Susie le dio al pájaro en cuestión una mamada de aquí te espero. Pero el tío era duro para eso de desahogarse y no se corrió, por lo que se negó en redondo a pagar el trabajito. Cuando ya había frenado el coche para deshacerse de la pluriempleada de malos modos, ésta saco la Gillette de entre el pelo y le sajó de un rápido mandoble media oreja. El otro comenzó a sangrar y gritar como un gorrino hasta que alguien, que vio y oyó todo ese circo, llamó a la lechera. A la Susie se la llevaron esposada, para al cabo del año ser condenada a cuatro años.
Cuando ella llegó a la 5ª, otra de condición similar ya vivía en el lugar, sola y aburrida. Enseguida le hizo un hueco en el chabolo. Al poco y viendo lo consideradas que eran, salvo el cachondeo inicial que siempre se produce, analizaron la posibilidad de ganarse unas perras, así, como el que no quiere la cosa. Y de esa manera abrieron las puertas a su negocio de servicios completos. Establecieron una tarifa de precios de acuerdo al apaño, pagadero en paquetes de cigarrillos o dinero negro de la calle, ambos de fácil permuta por cualquier mercancía.
Sin embargo, a los pocos meses su compañera de bisinis salió en libertad, quedándose ella sola y sin apenas tiempo para descansar ese cuerpo ajetreado. La suerte quiso que a las dos semanas llegara un cargamento de carne fresca entre las que se encontraban la Paula y la Vanesa.
Paula era alta, rubia platino y de extremidades largas y bien contorneadas. Sus tetas deslumbraban por el tamaño y no había menda que no se le salieran los ojos cuando ésta pasaba contorneándose.
Vanesa era pequeña, morena, muy femenina y de culillo respingón. Enviaron a las recién llegadas a la celda de la Susie. A la semana cerraron su sociedad mercantil de la carne y donde cada una se distribuía de acuerdo a su cometido. Lo que antes había sido un incipiente negocio, de ahora en adelante se convertiría en una prospera S.L.