Me acojoné nada más llegar. Recién había cumplido la mayoría de edad, por lo que no me salvé de ir a un reformatorio ni al módulo de menores. Entré del de ingresos, y a los dos días, a un módulo de comunes. Me comentaron que se trataba de uno de los suaves, joder, con lo suave.
Nada más entrar, me planté frente a la garita de los funcionarios por si me ocurría algo. Pero pronto me di cuenta que la peña que paseaba por el patio o se cruzaba frente a mí, me miraba con curiosidad, con excesiva curiosidad, diría yo. Me acojoné aún más; algo no andaba bien, por lo que me abrí y me dirigí al patio. Como todos giraban como bueyes de noria, alguno que otro lo cruzaba de lado a lado, yo me puse a hacer lo mismo hasta que se me unieron un par de mendas. Me preguntaron, me contaron, volvieron a preguntar, a pedir; a mí, que andaba más tieso que una mojama, les dije. La pasma me había birlado todo, mercancía y pasta, todo. Así que les informé que andaba boquerón. Pues que tus padres te pongan peculio, me soltaron los muy cachondos.
Cuando vieron que no había donde rascar dejaron de darme la plasta. Uno se fue mientras seguí caminando con el otro; no sabía nada el menda. Se había enterado por los jinchos que viviría con él en su chabolo y se quiso informar sobre mí. Así que cuando después de la comida subimos al chape, no hubo que hacer presentaciones; ya habíamos caminado juntos. Me indicó mi litera, el lugar donde dejar la ropa y los detalles del día a día.
Pronto nos pispamos que ambos andábamos tiesos, que a ambos nos ponía la droga más que a un niño una piruleta y que nos deberíamos buscar la vida para agenciarnos las papelas, los trujas y los cafeses. Él, el Tony, ya lo llevaba haciendo toda la vida y me enseñó varios trucos para agenciarse lo necesario. Entre ellos, el hacerse amigo del Kie del módulo, en este caso un tal Julián, al que el Tony le colabora con algunas tareas, por lo que percibe lo suficiente para cubrir en parte sus vicios. Le lanza las pilas de patio a patio, le hace la cola del teléfono, le lleva los cafés y lo que se tercie del Economato, le ayuda a cobrar las deudas, por las buenas o por las buenas –el Julián siempre las cobra, de una u otra manera y de eso me pisparía en carne propia más adelante -, le lava cierta ropa delicada, etc.